- BIENVENIDOS -†††

No temo a las palabras de los enemigos, si no, al silencio de quienes dicen ser amigos. No temo a las mentiras de los traidores, si no, a la traición de los débiles. No temo al ataque de los mismos de siempre, si no, al ataque caprichoso de los cobardes y confundidos. No temo al horror, no temo al terror porque lo conocemos bien desde que nacemos, le temo a la esperanza y a la confianza, las mismas que se vuelven contra nosotros y nos hostigan hasta que morimos. Uno se acostumbra a seguir construyendo castillos de cristal en el aire, sin prever la tempestad.

jueves, 16 de febrero de 2012

Nocturno


Son esas noches de profunda pasión en solitario donde nos vemos acompañados por esos fantasmas que alguna vez nos rodearon con sus brazos
Noches eternas que se alzan ante nosotros con toda la magia que la eternidad presupone y se filtran a través del halo de nuestra profunda desazón hasta hundirse impertinentes en lo más profundo de nuestras arterias.
Son eternas esas noches, sí que son eternas, hasta que acaban con la salida tímida y temerosa del amanecer diáfano que obnubila todo tipo de verdad y nos convierte en seres asquerosos y repugnantes, engranajes de una obscena sociedad.
Pero ¡oh amigo! esas noches sí que son terribles, sí que sentimos esas noches como propias.

La luna misma se desnuda ante nosotros y se entrega a nuestra lividez, nos ofrece a modo de lástima o caridad, su brillo nocturno como antorcha de nuestras penas y pasajes de antaño.
Nosotros incrédulos lazarillos, caminamos esos laberintos de nuestra mente enferma hasta toparnos con aquellos fantasmas que aun repiten las últimas palabras que llevamos tatuadas en la sien. Buscamos bocetos de sus rostros, pero solo hallamos aquella matriz horrorosa de sus ojos conmocionados por el horror. Nos aterramos frente a tanta desolación y exigimos refugio a los excesos y los malos acompañantes del solitario.
Maldecimos a gritos al alcohol y sus acompañantes por no librarnos de tanta frivolidad y lanzamos la botella al suelo para luego mezclar el brebaje con la sal que derramamos de arrepentimiento. Por haber desechado nuestra único placebo ante tanta vergüenza y haber sucumbido a las garras diamantinas de los condenados.


Aun el nuevo día promete desde el fondo retornar a envejecer, pero la promesa no se cumple, y aun no se cumple. Puta que espera el más ruin de los malnacidos, basura inmunda que segrega sus hedores en nuestras narices. Fumamos sin cesar, fumamos y aspiramos la fetidez de nuestros recuerdos corroídos por nuestras pestañas.
El rocío se recuesta tenue entre el pastizal, los perros aúllan clamando compasión por aquel que solloza en mutismo. El abrazo anhelado, la caricia fulgurosa que nos desgarra los labios. Miles de serpientes abrazan nuestras piernas y nos desploman a cualquier lugar para sumirnos en la cúspide de la esquizofrenia.


Mientras tanto, la luna semejante a una perra alzada se desvanece con la velocidad que la estrella grisácea asoma sus palmas. El pasado, vuelto presente nos presenta figuras conocidas y el futuro es el chiste preferido de los clérigos que follan a sus creyentes.
Los tigres rumiantes lamen nuestro sudor para luego devorar de improvisto aquellas esperanzas que pudieran llegar a nacer del tiempo procreado con los pequeños rastros de la lucidez. Un carenciado abre los ojos y se libera de sus pesadillas para tapar sus temblores con más cartón humedecido.


Ya no más noche, ya no más eternidad. Con el paso del tiempo hasta la muerte envejece y es hora de volverse a levantar. Nos untamos las caras con maicena y teñimos nuestros ojos con la plata del teatro. Salimos a la calle. Ha salido el sol. Recogemos los deberes del suelo, los amontonamos en el canasto de las obligaciones y consumimos la resignación del ya pasará.
Pero lo cierto es que el corazón sigue latiendo, ahora con menos fuerza, pero aun late.
Las venas hinchadas de sangre siguen dando paso a la testosterona que volcaremos ante los senos de la primera que desgarremos. Pero aquellos fantasmas no estarán luego para abrazarnos, ya no, ya no.


Despierta la ciudad y con ella su hipocresía. Arreglaremos la habitación levantando los cristales incrustados en los montículos de cigarrillos consumidos y nos embriagamos con el aire fresco, repugnante, del nuevo día. Aquí no pasó nada, aquí ha pasado el todo que se oculta detrás de nuestro silencio, de cada gesto que hacemos imperceptibles ante quienes nos vigilan constante y nos cuestionan embusteros sobre nosotros mismos.

Carpe diem una vez más y a vivir la muerte matutina, por la noche volveremos a soñar.


Kenny