- BIENVENIDOS -†††

No temo a las palabras de los enemigos, si no, al silencio de quienes dicen ser amigos. No temo a las mentiras de los traidores, si no, a la traición de los débiles. No temo al ataque de los mismos de siempre, si no, al ataque caprichoso de los cobardes y confundidos. No temo al horror, no temo al terror porque lo conocemos bien desde que nacemos, le temo a la esperanza y a la confianza, las mismas que se vuelven contra nosotros y nos hostigan hasta que morimos. Uno se acostumbra a seguir construyendo castillos de cristal en el aire, sin prever la tempestad.

viernes, 16 de marzo de 2012

Destellos

Aquellos que dejaron de ser ellos dicen desde las antígonas de la cercanía:


“El mundo entero se modificará, se le dará un sentido absurdo a todo lo puro y natural para vanagloriar desmesuradamente lo ficticio y artificial. Los minuteros se harán de las riendas de nuestras fatigadas piernas y sombras chinescas, groseras y de mal gusto nos colocarán las gríngolas que marquen nuestro apresurado andar sin destino alguno, nuestro pasar altanero e ignorante a la realidad costera en una lastimera libertad encadenada.


El mundo, este mudo mundo, grano de arena en los médanos del universo, se irá consumiendo a sí mismo en un tenue destello crepuscular cual lágrima de perro callejero. Clamará ser llamada la juventud de antaño, ser necesitada o al menos apensionada; pero su clamor se marchitará en un silencio agudo de egoísta y gélida soledad.


Aquellos quienes caminen lánguidos, ya no hallarán motivo de lucha y aguante, solo se dedicarán a las idas y vueltas burocráticas para conseguir una mísera jubilación que los ampare. Así es el mundo, así el progreso, la transformación, la libertad del esclavo moderno más esclavo que nunca por su satisfacción ante la situación y la suerte tediosa de la rutina que vive.”


Aquellos que dejaron de ser ellos ya son silencios. De aquellos que optaron por ser inanes ante lo sublime no son ni polvo. El viento no solo desgasta crisálidas, también se ocupa de barrer la acera de los latidos antes de que pase el pordiosero a mendigar algo de sabiduría y tal vez una vaso de leche tibia para poder dormir y soñar con papá y mamá.

lunes, 5 de marzo de 2012

Lo espiritual en el arte

El sacrificio fue hecho para merecerlo, el peso para llevarlo, bien decía Martí cómo la gracia, el talento, es un martirio y un vestigio de gloria en el afán de los dementes en crear revoluciones.
Inventemos una nueva religión o planeemos un asesinato, esta noche podemos hacerlo todo. Yo si bien no he asesinado a alguien ha sido más por falta de tiempo que por temor al castigo.
La leña sufre su corte para luego iluminar con su brasa, así mismo el poeta, el artista, que carga sobre sí el ostracismo de la indiferencia, del repudio, para luego sucumbir a la impertinencia del renombre ya luego de su inevitable deceso carnal.

Se crispan los nervios de los austeros que en busca de su adictivo placebo se redimen a lo sublime de la nada misma. Ya que hallan en ese vacío, ese pliegue universal entre constelaciones, tiempos, vidas y muertes el alimento para sus habladurías que repetirán y sembrarán de lares en lares.

Pero el amante fiel, aquel que no renuncia a la tragicomedia de la vida, se yergue por sobre lo aparentar y se funde en aquel vacío abandonado sin razón de existir, sin misma existencia. Se confunde con la transparencia de la naturaleza viva, así mismo como lo hizo Withman en su momento, y genera un nuevo big bang en cada charla contratada a cambio de atención o un mínimo interés en cuotas.

Se trasluce en la mirada fatigada de estos revolucionarios, la voluntad de hacer volar por los aires las cadenas niqueladas del sistema; por ello buscan esclavos diurnos en la noche que hayan despertado del letargo del conformismo.

Como raíces de hierba mala, van ultrajando la tierra pecaminosa del Edén, y sin más motivo, viéndose acorralado por lo inevitable, Dios mismo se hace un lado para entregar un reino a la gloria de la trascendencia; la epifanía casi luzbélica de la esencia humana, de la poesía hecha carne y hueso a través de sus mártires y emblemas.
La banalidad en el arte tiene la misma expectativa de vida que un niño que muere antes de ver la luz. Sujetos a esta sentencia, miles de almas se han lanzado a la búsqueda de aquel sol sempiterno, envuelto en galacias ficticias y sumergido en un océano de estrellas que solo buscan brillar en el día y estallar por las noches de infiernos crepusculares.

Librados al azar, estos criminales de la razón hallan refugio en el ceno de la lucha, se hacen sublimes en la más mísera pobreza y convierten a la muerte en verdadera fuente de vida eterna. Ante la ausencia de Dios, se independizan de la culpa y vagan por desiertos de penínsulas cristalizadas siendo atraídos por el sexo sucio, las prostitutas enamoradizas y el alcohol añejo en un galeón de cobre.

Los centinelas de la moral advierten la cercanía inefable de esta ola que se alza por sobre las nubes del mediodía y se afligen de ver al monarca desangrar con esquirlas de plomo en su sien.

¡Este es el momento de tomar la fortaleza rendida ante la mediocridad de su existencia! El pasado ha demacrado al futuro y las tierras de nadie han comenzado a recuperar a sus dueños. Miles de violinistas acompañan al frente que dispara fogonazos de verdad y poesía, uno por uno van cayendo los infantes de la mentira y el engaño. Cada artista que renace va tomando el poder de su propio destino.


Y se inmolan cientos de estrellas, adornando la gloria con plateado polvo de victoria y un hermoso olor a tierra mojada por la sangre de los derrotados y las lágrimas de emoción de los victoriosos, que aun no comprenden lo ominoso de sus laureles en la cúspide de su alegría.


Kenny

viernes, 2 de marzo de 2012

Mil Millas

Y casi sin darnos cuentas iba llegando el otoño. El calor agobiante, ese verdugo precoz que nos recibe cálido y nos estrangula durante más de tres meses, por fin se estaba retirando, dejando a su paso un sendero de hojas torturadas y agazapadas entre las raíces sobresalientes de los árboles de pino, descoloradas, casi exorbitadas. Cristalizadas, se resquebrajaban entre la hojarasca pisoteada por el batir de alas de aquellas palomas en busca de alimento y alguna que otra ilusión.

Entre tanto vos seguís dormida nomas, parecieras sonreír entre sueños, recostada en mí, cubierta nomas por una sábana blanca que intimida mis pupilas entre el claroscuro del amanecer renaciente. Habíamos finalizado el ritual hacía menos de dos horas en las que pude entregarme a un sueño efímero en el que te veía reluciente, adornada con aquella sonrisa que te caracteriza y completamente anonadada por lo acontecido hacía unas horas. Sí, te había soñado feliz, luego de tanto tiempo te había visto volver a sonreír aunque no había sido más que eso, un sueño pasajero que parecía burlárseme luego de un momento pasional. Como aquel que va a pagar las cuentas y se da cuenta que dejó la billetera arriba de la cama.

Pero tuve que despertarme che, tuve que hacerlo. Sé perfectamente que cuando el sol reabra la temporada otoñal vos deberás retirarte con tu verdadera familia y olvidarte de esto que podría catalogarse de un amor de verano. Te despertarás sorprendida por ese crujir de la cama al momento en que el despertador suene furioso recordándonos el tiempo, recordándonos los deberes, recordándome que no sos mía, que no soy tuyo. Y te despegarás de mi pecho con la misma frialdad que abandonarás esos sueños que ahora mismo te hacen sonreír. Te vestirás, te maquillarás, no desayunarás bajo el pretexto del tiempo y al momento solo nos abrazaremos, nos miraremos y resistiremos el deseo de volver a la cama, a la calidez, a los deseos para despedirnos con un beso y la promesa de volvernos a ver el próximo verano.

Pero yo sé que esa promesa no se cumplirá. Sé perfectamente que entrado el invierno estarás casada con él y se irán de luna de miel a Zaragoza, Tarragona o Barcelona. Y serás feliz, sonreirás como lo haces en este mismo momento con el pelo enharinado en el rostro y tus piernas aferradas a las mías. Sé que te olvidarás de mí como ahora mismo te has olvidado de él y sé que yo no podré olvidarte a ti como nunca la he olvidado a ella.
Ella… ahí está ella otra vez. Si tan solo ella también no se hubiera ido, si tan solo me hubiese dado ese último beso de despedida que tanto le había rogado, aun mientras la veía gritar y llorar de angustia con su rostro completamente ensangrentado y molido por aquel palo de golf que habíamos comprado en un viaje a Asturias. No me importaba que sangrara, en realidad creo que la sal de su boca partida me incentivaba aun más a besarla y a seguir castigándola. ¿Pero cómo iba a saber yo que no resistiría? Tantas noches resistió heladas bajo los pinos, tantas noches resistió horas y horas de violaciones y bajezas a las cuales accedía con una negación gustosa y casi aterradora. Pero ¿qué importa ella? Si ahora estoy con vos. Y seguís durmiendo y suspirando como si presintieras el final de esta historia. Sí, como si pudieras entrever entre tus pupilas acobijadas por pestañas y sueños aquel momento exacto en el cual te pediré el último beso de despedida y tú me lo negarás, y yo me volveré loco como siempre suelo hacerlo cuando me niegan un beso de despedida y gritaré y golpearé la puerta mientras la trabo para impedir aquella huída que el mismo miedo va trazando en tu mente enferma de desconcierto y temor…

Temor, dicen que aun aquel que mata por quinta vez lo sigue sintiendo. Yo lo he dejado de sentir hace mucho tiempo ya; desde la sexta o séptima que tuve que enterrar dos kilómetros más al sur porque últimamente los bosques se van urbanizando cada vez más y esos restos fósiles que hallaron a medio kilómetro de casa me alertaron de que debía cambiar de estrategia y no arrojar mis restos de trabajo por el río. Pero eso no importa. Hubo una sola vez que tuve miedo, sí, y fue la primera vez. Cuando me dejé llevar, cuando mi querida se quiso ir sin despedirme, sí, esa vez sentí miedo. Sentí miedo de su ausencia, de su soledad, sentí miedo de su fría indiferencia, no solo el frio de su cuerpo sin vida el cual conservé hasta que comencé a ver que los gusanos necrófilos iban violando su carne morada y tiesa, sino más bien su indiferencia de no perdonarme por lo que le había hecho, si nada más la había amado.

Pero qué cosas son las que se me pasan por la mente mientras vos seguís perdida en aquel mundo interior. Sos hermosa en verdad, fue una locura nuestro encuentro. Perdida en este pueblo miserable, buscando un lugar donde pasar el verano. Menos mal que mi casa es grande como para poder recibir huéspedes, pero sabía que no querías dormir sola. Lo supe desde tu cambio de rostro al mostrarte la fría habitación que accediste a pagar, la habitación de ella por supuesto. Habías sentido esa frialdad que yo siento de a ratos y no te gustó, habías sentido su perfume y sentiste celos, habías sentido en la entrada misma el olor a muerte y me pediste dormir en mi habitación, asustada como una niña que le teme a la oscuridad. Lo que sucedió luego es predecible e inevitable. Pero lo que suceda de ahora en más es innegable.

Mejor va a ser que duerma un poco más, no quisiera despertarte ahora que el sol acaricia la el entramaje de fuera. Dormí vos también que ya nos saludaremos más tarde, no llores, ¿por qué lloras? Pero estás humedeciendo tus mejillas con lágrimas, ¿acaso tenés miedo? No temas, no pasa nada. Es solo el amor querida lo que nos tiene así, no sientas culpa por él, va a estar bien, sí querida, va a cuidar bien a los chicos. Es cierto, no lo conozco, pero para estar con alguien como vos debe ser una gran persona. Deja de llorar, parecieran ángeles allá afuera que se acercan a la ventana ¿ves? Son hermosas las palomas cuando reciben al otoño. Esa alfombra cobriza, ese sol melancólico que se tapa con las nubes azabache, ese viento frio, esa puerta cerrada, el pasillo aun oscuro, aun no se distingue un árbol del otro ¿veerdad?, vos acostada sobre mí, tapada nada más con la sábana blanca que trasluce tu espalda desnuda, tu cabeza apoyada en mi pecho, tus ojos cerrados filtrando lágrimas, los míos cerrados invitando al sueño y al lado nuestro una sombra que se alza como en cada visita y cada despedida. Hay un sonido que nace, crece y crece, es el despertador que suena. Abris los ojos, querida, ya no llores, solo besame. Besame, ¡no importa que llores! ¡no importa que sangres! Pero antes de dejar de respirar besame y mordeme los labios como lo hacías anoche para así poder abrazarte antes de soltarte la mano 3 kilómetros al sur, a cien kilómetros del río, a mil millas al norte de tus amores y tus sueños de casamiento.

Kenny