Historia es esta de una persona asediada por los demás, no ser considerado alguien lúcido a causa de sus habitúes y no poder ser acompañado por las demencias creativas y estrafalarias de su reducto.
Éste solía pasar sus tardes/noches pintando, dibujando, escribiendo, soñando.
Mientras todos se consagraban a la búsqueda de una felicidad formidable, él se desmarañaba con las pequeñas alegrías que cosechaba en el paso de las jornadas, en el transcurrir de las horas de su más pura inspiración, se regocijaba con su detallismo perenne y continuo digno de una sensibilidad desarrollada.
A pesar de aquellas fugaces alegrías, efímeras connotaciones abstractas e inconscientes, nunca lograba librarse del todo de aquellas malas difamaciones que hasta sus oídos llegaban desde el exterior, desde aquellas puertas abiertas que oían y hablaban siempre de su extraña vida, su extraña forma de ser.
Él no servía para el trabajo acaudalado, siquiera para dedicarle tiempo a la obtención de ganancias económicas a cambio de trabajo físico, incluso, a cambio de su trabajo artístico. No pintaba para vender sus cuadros, lo hacía en honor a las musas que lo visitaban de vez en cuando, tampoco pretendía el nirvana de la trascendencia, solo buscaba el placer en el aquí y ahora de cada momento.
No escribía para cortejar a bellas damas, bellas mujeres, lo hacía para desahogar su espíritu, para descansar su pobre alma fatigada. Jamás le había dedicado un solo escrito, un solo boceto a otro mortal, siempre suponía que el ser humano era aun muy impuro como para merecer el honor de ser nombrado en algún poema, alguna prosa, o marcados sus rasgos en un lienzo.
A pesar de ello, su talento era extraordinario, su facilidad de dibujar las sombras roja oscuras que pincelaban el infinito de cada penumbra era admirable, la calidad de sus versos, la esencia que traspasaba sus poemas, era sumamente conmovedor.
Pero aun así nunca pudo librarse de las difamaciones, los prejuicios, las humillaciones de aquellas puertas abiertas que oían y hablaban de aquel inadaptado de la inmoral.
Todo su entorno, el pueblo entero deseaba, le exigía que él fuese una persona normal, que fuese un infeliz más como ellos, que se sacrificara día a día para alcanzar aquella eterna quimera de la felicidad formidable. Le exigían trabajo duro, esperanza de esclavo, pretendían llevarlo día a día a aquella masa amorfa que a gritos pide ser llamada sociedad.
Sus fuerzas para la lucha y la defensa contra aquellas exigencias se agotaban según pasaban los años, y ello se vio fuertemente reflejado en sus obras.
Ya sus pinturas no transmitían aquel gozo de vida artística que pocos míseros supieron admirar, sus poemas eran simples versos vulgares que no transmitían más que decepción, desesperación, soledad. Los bocetos no eran más que el lejano reflejo de una inspiración subyugada, una melancolía hacia la descompresión y el abatimiento.
Así fue como una tarde, luego de una exhibición frustrada de sus obras, en un recoveco de aquella ciudad que tanto lo inspiraba y lo condenaba, muchos de sus conocidos se hicieron presentes para reclamarle algo de su tiempo invertido en él, algo de aquella atención que lo condujere al camino de la moral y la salvación, aquello que la comunidad toda nos pinta en la cara para que sintamos la necesidad de recompensarle y agradecerles por formarnos acorde a lo que es correcto y aceptado.
Aquel fue el momento donde se desató lo peor de aquella lucha entre la moral y lo artístico, todo fue un aluvión de risas, muchedumbre histérica humillando a aquella pobre alma sensible en su propio campo, conocidos, amigos, familiares dándole sus pésames por la condena que eligió el sentenciado. Amantes de la vida cotidiana apaleando con insultos y reproches a un descarriado de ella, despreciando su arte, su manera propia de existencia.
Aquella noche fue la peor de aquel artista. Y los días siguientes, pobre desdichado, había dejado de escribir, de pintar, de dibujar, de crear, de soñar.
Era un alma vagante por la habitación, atormentado por el malicioso recuerdo que su mente enferma le repetía una y otra vez a modo de tortura. Aquella escena funesta de humillación, donde todo era un mar de desesperación en su cabeza, circundado por un cielo oscuro con truenos a forma de risas burlonas que se derramaban sobre su corazón alterable y desgarrado.
¡Todo era un tormento!, una pesadilla, un castigo por decidir ser diferente, por desear ser un artista, por querer asumir su posición de alma sensible para resguardar aquella delicadeza que cada vez se deshace más y más en la belicosidad natural del hombre social.
Arrojado sobre su cama, gritando por dentro llorando por fuera, todo se hizo silencio, todo comenzó a calmarse, al fin su litigio había acabado, finalmente había perdido su capacidad de trascender, comenzaba a aceptar la realidad, tal vez el trabajar para subsistir no era tan malo, tal vez debía ser uno más, tal vez el oír las palabras de los otros lo condujera a la compañía, lo sacara de esa horrible soledad.
Al fin todo comenzó a tomar un vago sentido, las puertas abiertas se cerraron para confinarlo en aquella realidad efímera y substancial, al fin podía tener compañeros de vida, de trabajo, al fin podía juntarse con aquellos que tanto hablaban de él, le hacían compañía, reía con ellos, lloraba en soledad, lo habían conseguido, al fin lo habían conseguido, al fin se había vuelto uno más de ellos, al fin se había vuelto completamente loco el desgraciado.
Kenny
Solo lo apasionados por el ARTE pueden hablar tan a fondo de ella,
ResponderEliminarcomo lo hacen tus sentimientos,al parecer..JUNAMOR
excelente, si las penas del poeta no te alcanzan, el camino es largo... asif
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