Los senderos dan a cada instante un panorama
de lo que es, lo que fue y será.
Luego de caminar y haber descubierto mi rostro
pude tomar notas y decir lo que mi alma anhelaba expresar.
Enamorado estoy... de las prostitutas,
no de las de ahora... por favor, ¡no!
si no de aquellas ya pasadas, ¡las del 1800!
Amaria vivir en esas épocas
tan retrospectivas de las nuestras
¡y apocalípticas!
donde la sífilis era cosa de todos los dias
cobrando a los amantes de aquellas damas
lo que el dinero no puede devolverles,
su inocencia y su dulce eucaristía.
Esas prostitutas...
tan jóvenes...
conservando una amabilidad desarreglada...
guardando ahorros entre sus escotes...
¡que no daría por amar a una!
Cubriéndose con un vestido victoriano
desgarrado por un cliente insatisfecho
almorzando una manzana seca
mientras es cojida por un viejo desesperado
por unas cuantas monedas viejas.
¡Cuanto os amaría!
No hay ser más puro,
mujer más fina, más dulce
que una prostituta...
pero no cualquier putita de calle,
si no aquellas que trabajaban su cuerpo para comer...
aquellas que escapaban de la inquisición para subsistir
que pecaban para poder vivir.
¡El cuerpo no vale ni lo que el estiercol!
Tantas mujeres que se desprestigian
elogiándose ellas mismas...
El cuerpo de la mujer es hermoso por naturaleza
para ser amada por el poeta,
tentación del demonio
¡orgullo de Dios!
pero ellas al cometer el pecado de soberbia
su belleza enmohecen
y su sed carnal no tiene perdón...
Dan asco
es patético
y aleja a nosotros
amantes de la belleza.
Solo atrae a buitres ambrientros
que abren sus piernas
para saciarse entre gemidos apresurados
y sucios movimientos
de aquella carne joven
de piel blanquesinada
y ojos encendidos como velas de cera.
Efimera sensación de placer
no deja más que sudor
pero aquella que ama
que siente en verdad
que adora la nube que pasa
la luna que brilla
el sol que tras el ocaso se apaga
y entre soledad y humillación
con agreste vino feliz brinda...
¡Esa! es la que no se desprestigia....
¡ah! aquella es verdadera...
es para bien amarla
para acariciar sus piernas
para compartir sus suspiros
besar sus curvas
penetrar su espíritu
¡y odiarla!
porque aquella es quien roba nuestro corazón
y nos vuelve idiotas...
¿El poeta nunca ha desprestigiado el cuerpo de la mujer?
claro, prostitutas... mujeres...
¡El poeta usa a las descarriadas
así como Dios apalea al pecador!
Pues no hay prostituta más barata...
que aquella que se alaba a sí misma,
y no hay dama más refinada,
que la ramera que despide a su cliente
con una caricia mendiga mientras que
con sucias sábanas de seda
su cuerpo usado y estropeado
con inocente timidez tapa...
Kenny
no puedo expresar lo que buestras palabras aki plasmadas me han hecho sentir y pensar, podria leerlo mas de diez veces y seguiria con una mas dudas y querellas de replecar mas no tengo palabras por mas que trate u.u "REY"
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