- BIENVENIDOS -†††

No temo a las palabras de los enemigos, si no, al silencio de quienes dicen ser amigos. No temo a las mentiras de los traidores, si no, a la traición de los débiles. No temo al ataque de los mismos de siempre, si no, al ataque caprichoso de los cobardes y confundidos. No temo al horror, no temo al terror porque lo conocemos bien desde que nacemos, le temo a la esperanza y a la confianza, las mismas que se vuelven contra nosotros y nos hostigan hasta que morimos. Uno se acostumbra a seguir construyendo castillos de cristal en el aire, sin prever la tempestad.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Culpable de Amor:



Culpable de amor:

Le oculté su brillo a la luna
le arrebaté su placer…
cerré para siempre sus párpados
ya nunca lo volverán a ver.
La noche,
¡fue la más oscura de todas!
parecía muy lejano aquel amanecer,
partió de mis brazos
bajo la luz de la aurora
en el más frío
y gélido anochecer.
La luna su brillo reclamaba
ya no había nada por que hacer,
ella sobre mis brazos se encontraba
con mis dedos incrustados en su cuello
mientras su último aliento
reflejando el rocío podía ver.
Es verdad,
¡yo lo maté!
pero tengo fundamentos,
¡tengo argumentos!
que tratarán de explicar
aquello que llegué a hacer…
La luna desde arriba
cúlpaseme del crimen
mientras las estrellas lloraban su deceso,
mi locura me abandonó
desgraciada me dejó
en la más desesperante realidad
en la cual me veía rodeando con mis brazos
a aquel maldito incitador de mil deseos,
aquel gran culpable
de horribles momentos
donde perdía toda noción de realidad
donde perdía la razón…
donde me invadía la demencia de amar
incitado por los conmovedores caprichos
de un tonto e iluso corazón.
La luna, quien siempre fuese mi compañera,
hoy me acusa de homicidio…
no puedo pedir perdón
no puedo imaginar su piedad,
si con solo mirarle allá arriba
se nota aquel tenue color
desgastado de tanto llorar.
Le arrebaté a la luna
su más hermoso brillar,
extinguí la chispa de las estrellas,
estrangulé al ángel de amor
por haber flechado a mi corazón
por aquella mujer tan bella…
Aquella que nunca sería mía
por ser de otro,
aquella que siempre sería
la manzana prohibida
mi deseo oculto
mi condena de odio.
Desdichado Ángel Celestino
que ante mi paranoia te cruzaste,
no sabías con quien trataste
y en mis brazos,
con mis manos enredadas en tu cuello de seda
te ahogaste.
Y hoy me condenas a estar aquí
tratando de escribir
entre el odio de la luna
y la tristeza de las estrellas,
¡Tú!
Que estás más cerca de ellas…
¡Diles!
Diles mis motivos…
Confiesa tu culpa,
de andar enamorando corazones desahuciados
de andar flechando penas.
Libérame de esta cárcel
donde me ha encadenado la culpa
de haber atentado tu persona
de haber encontrado aquello
que todo enamorado busca…
¡Libertad!
La libertad de un hombre libre,
aquella que tanto anhela el esclavo
encadenado y predestinado
a ser no más que un triste suicida
acatando las órdenes
de lo que su maldito corazón enamorado le pida.
Tu memoria será respetada
mas tus acciones serán odiadas…
Pues por enamorar corazones
fuiste estrangulado por un loco
que en algún momento amó a alguien
y quedó con su corazón hecho pedazos… solo.
Y aquellos maldecidos por el sentir
de estar atados por el amor
hasta que la piel se desangre
y se corte la circulación,
sabrán entender mi reacción…
al haber visto la posibilidad
de librarme de tal adverso
al tenerlo entre mis brazos,
¡durmiendo!
soñando, con aquellos enamorados
que pensaba condenar con un dulce beso.
¡A los cuales yo he librado!
Al asesinar sin que me tiemble el pulso
al Ángel Celestino
llevándose consigo
futuros desamores
y a la vez,
futuros amores
que pudieron renacer de las cenizas
donde fuego alguna vez hubo.
Por eso, luna hermosa, luna preciosa…
estrellas apagadas
y muerte prodigiosa,
más allá de mis motivos
de mis argumentaciones…
no queda más que pedirles disculpas
por mis demencias
y mis tentaciones…
De querer acabar con lo que sentía,
de aborrecer al amor…
pues aunque halla muerto el Ángel Celestino
la verdad es que
aun queda algo de su esencia
en mi enamorado y herido corazón.

Kenny.

martes, 7 de septiembre de 2010

Cuando en Silencio me Dejan:


Cuando en Silencio me Dejan:

La noche llegando a su punto medio

solo una estrella se ve en el cielo,

y mi amor perdido

aquel que desapareció entre desvelos...

luego de haber tocado el violín

largo rato solo para mí

se despidió sin decirme si quiera un hasta luego.

El rocío gélido que cae

y aquellas palabras que debí tragarme

me enferman, me desquician,

me hacen sentir que aquí a mi lado...

ya no hay nadie...

Y es en ese momento cuando ella regresa,

cuando se hace presente nuevamente su presencia.

Es en ese momento cuando su recuerdo

se convierte en una maldita realidad;

cuando su muerte revive en mi mente...

cuando su suicidio se hace nuevamente presente

y su alma condenada a mi calma vuelve a visitar.

Me encuentro afuera,

con frío, con miedo...

pero no quiero escapar,

esta vez...

no quiero huir.

Me quedo quieto,

tiemblo...

mientras ella me abraza por detrás

haciéndome sentir

ese frío de cuerpo muerto.

Me susurra al oído

palabras en un idioma desconocido

son como susurros de un alma en pena...

de pronto

¡Me grita!

me maldice de pies a cabeza

por yo estar con vida

y ella, seguir sufriendo.

Es en ese momento que empiezo a correr

no veo el rumbo, solo corro...

escapo de aquello a lo que estoy atado,

aquello a lo que estoy condenado.

La noche se vuelve mi jaula

y mi único amor mi peor miedo...

es cuando nadie habla,

cuando todos están durmiendo

que ella frente a mí se hace presente,

asustándome, gritándome de nuevo.

Y yo solo lloro,

yo solo guardo silencio...

luego de unos momentos

me reincorporo

una fuerte soledad es lo único que siento.

Ya no está a mi lado,

tal vez

se halla ido a descansar.

La hora de las almas en penas ya ha pasado,

he regresado a esta noche, a esta fría realidad.

Vuelvo a mi silla,

recojo mi pluma del suelo...

vuelvo a mis poesías,

solo fue una visita más...

de nuevo.

Pero mi mano no deja de temblar

pues bien se que hasta que no llegue el amanecer

podría volver de la muerte

para querer llevarme con ella

a su condena eterna;

a su gélido infierno.

Sin embargo trato de no pensar en ello

solo me dejo llevar...

por el viento frío que acaricia mi piel

por el susurro del silencio que me envuelve...

por los recuerdos de besos de miel,

por el anhelo de aquellas caricias ardientes...

¡Por Dios!

ella ha regresado enamorada desde la muerte...

¡Ha regresado acompañada de la parca!

Ha regresado para dictar mi suerte...

para ser ella quien me lleve

allí donde pagan sus pecados las almas...

Y antes de que este escrito encuentre su final

ella me arrastrará al averno

donde demonios celebran el Sabath

entre orgías y desvelos...

Y yo, poeta sensible...

miedoso de los eternos...

¿Qué será de mi condenada alma?

quien tanto sufre

por aquella hermosa dama

que entre rocío y tenues estrellas

soltó mi mano en la noche

creyendo dejarme en calma...

Mas solo era mi silencio

que me producía el miedo

de tener a mi lado a una muerta

que enamorada de mi prosa

regresa cada noche

a abrazarme

y querer llevarme con ella

arrebatándome la vida

como el invierno lo hace con las rosas.

Esta noche ya no correré,

esta noche ya no huiré...

tengo miedo, pero estoy solo...

tengo amor, pero esto es todo...

¡Abrázame maldita enamorada!

¡Abrázame y no me sueltes!

Muéstrame el camino hacia tu morada

demuéstrame el deseo suicida que tanto sientes.

Amor mío,

que de mí te alejaste...

no te culpes por lo sucedido...

cuando pudiste, mucho me amaste.

Ahora solo reza por mi alma

que quien sabe donde se encuentra;

tal vez en aquella fantasía del infierno

o tal vez,

a tu lado observándote

enamorado de tu persona,

seducido por tu presencia.

¡Te amaré aunque me ame un demonio del infierno!

Te amaré aunque pague mi suicidio...

te amaré aunque pasen los siglos

y prometo visitarte en tus sueños

cuando el alba se realce en el invierno

y las rosas se humedezcan

por el húmedo y gélido rocío.



Kenny.


lunes, 6 de septiembre de 2010

Noche - Oscuridad.



Noche - Oscuridad

Y llegó el momento

en el cual los astros se apagaron,

en el cual el sol

se despidió de los seres humanos...

y las estrellas se alejaron

poco a poco

como así se oyeron

a lo largo y ancho de la tierra

los gritos y plegarias

de hombres y mujeres hacia Dios...

Y como una vela encendida

en una oscura habitación

ésta necesita de la oscuridad para existir...

mas la oscuridad prevalece en libertad

sin necesidad del fuego o la luz

para abarcarlo todo

y cubrir todo aquello donde no quede por qué existir.

Y como Lord Byron aseguraba

al caer la oscuridad

los hombres desesperados buscarán algo de luz

prendiendo fuego todo aquello que encontraban

en busca de claridad,

en busca de aquello que se perdía en la noche y su virtud.

Pero cuando ya no había qué quemar

cuando se había prendido fuego todo aquello que quedaba

cuando el miedo todo lo empezó a abarcar

¡Y cuando ya no se veían los rostros unos a otros!

las cenizas se elevaron entre ráfagas sobre el aire,

al igual que los gritos se levantaron

como sueños y pesadillas a la noche.

El mundo no era más de nadie

y nadie era nada más...

la nada lo era todo

en aquella maldita y eterna noche

donde luchaban por un poco de luz, sin piedad.

Y la muerte llegó al mundo

los hombres mataban y morían sin saber por quien,

llantos de niños y lágrimas de mujer inoportunos...

para aquella tierra oscura, seca y vieja

donde los humanos habían perdido su fé.

Las aguas se mezclaron con la sangre

las rosas se cubrieron de miedo...

ya no hubo nadie quien ampare

a aquellos que rezaban y oraban en su duelo.

Y junto con las cenizas

la parca también se levantaba

y con su oscura presencia rondando por doquier

una vez más todo fue negro...

Todo fue tristeza, desilusión y penas

ya nadie creía que vería la luz de nuevo.

Y cuando las horas se perdían entre desesperaciones

mientras los más débiles eran tentados

por la idea del suicidio

y los más fuertes sucumbían a ella

entre estigmas y delirios,

mientras el silencio se hacia reina...

allá, a lo lejos de aquellos montes negros espesos,

solo las carcajadas de Satán le robaban su monarquía a la reina,

su felicidad victoriosa...

su alegría burlona...

predominaba por sobre las plegarias

de aquel Dios ausente en invierno.

Mientras la vida se iba oscureciendo

en aquel ocaso de muerte...

mientras el mundo volvía a lo que era antes

solo tierra y noche...

se oyó un llanto del hombre vivo más fuerte

del único que quedaba...

un niño,

frente al cuerpo sin vida de su madre.

Aquejado por el duelo

que solo los infelices y desgraciados sienten...

el miedo, la tristeza, la pena y el dolor

consumieron la única llama que quedaba en la tierra...

silenciando para siempre

los latidos de su joven e inocente corazón...

éste al suelo cayó.

Su sangre sobre la noche eterna se derramó...

al fin, la muerte todo lo cubrió,

al fin, no quedaba más vida en ningún corazón.

Y así Satán del lugar se marchó,

hacia la nada se retiró...

él también había muerto,

con nadie quien lo odiara...

nadie quien de él hablara

nadie quien lo alabara

solo desapareció.

Y con nadie con amor,

nadie quien misa celebrara...

¡nadie con vida!

en aquella noche eterna

de aquella tierra reseca...

donde no quedaba ser humano vivo

ni fantasía vigente

o fé en algún creyente...

tal vez...

también

Dios murió.



Kenny