Siempre me ha gustado visitar lugares considerados poco habitúes para convertirlos en motivo de inspiración o de simple esparcimiento, siempre claro, con el fin de apropiarme de su atmósfera poco solicitada o de los instantes impensados que en esos lugares, y solo en esos lugares, se suelen dar de manera espontánea.
Así fue como una vez, mientras hablaba con el director encargado de un instituto para dementes crónicos y enfermos mentales de la ciudad de Buenos Aires, caminando por los pasillos de cuartos habitados por esquizofrénicos y psicóticos, oí el grito de un interno que, agobiado por la rutina del encierro, expresaba a viva voz: “El miedo a la muerte del ser humano no radica en el fin de la vida, si no, en la pena provocada por el saber que tras nuestro deceso el mundo continuará indiferente e ignorante ante nuestra ausencia”
Quedé paralizado ante aquellas palabras y un sentimiento de frustración me invadió frente a la réplica del director, que haciendo oídos sordos frente a aquella expresión poética, me pedía que ignorara las incoherencias que pudiese llegase a oír.
¿Cómo puede ser que de la boca de alguien considerado sin razón salga una idea tan razonable? ¿Cómo es posible que alguien considerado razonable ignore un razonamiento tan profundo? ¿Cuántas verdades y cuántas respuestas se desvanecen en la más pura desatención en aquellos antros, aquellos depósitos humanos donde la sociedad condena a vivir a aquellos que no encajan con la concepción preestablecida de de aquello considerado normal?
El miedo a la muerte tal vez responda a la pena de que seremos desalojados de la vida antes de que acabe el festín, dejando a amigos e invitados detrás.
Tal vez, como bien decía Lovecraft, le temamos a lo desconocido que se halla al atravesar el umbral de la vida. Pero tal vez aquel temor sea agravado por el extrañamiento de aquellos quienes no podrán acompañarnos en el viaje sin regreso, de aquellos que conocimos en vida y que tanto añoraremos… ¿en la muerte?
Cuántas ideas y reflexiones provocó en mí aquella persona considerada no razonable. Cuántas ganas me infundió aquella idea de abandonar el mundo de las personas razonables para internarme entre locos y dementes y hablar de aquellas verdades que los conscientes y realistas de allá afuera tanto ignoran…
- BIENVENIDOS -†††
No temo a las palabras de los enemigos, si no, al silencio de quienes dicen ser amigos. No temo a las mentiras de los traidores, si no, a la traición de los débiles. No temo al ataque de los mismos de siempre, si no, al ataque caprichoso de los cobardes y confundidos. No temo al horror, no temo al terror porque lo conocemos bien desde que nacemos, le temo a la esperanza y a la confianza, las mismas que se vuelven contra nosotros y nos hostigan hasta que morimos. Uno se acostumbra a seguir construyendo castillos de cristal en el aire, sin prever la tempestad.
martes, 24 de mayo de 2011
Razonamiento:
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