Reír sin razón
llorar sin recuerdo
odiar sin amor,
pues hasta en el odio más puro,
hay vestigios de afecto.
Extrañar sin espacio
anhelar el desprecio
sumirse en la abstracción,
ver a la vida como no más,
que una seguidilla de momentos.
Jugar sin el deseo de ganar
perder sin quererse retirar
morir sin dejar de respirar,
oír los gritos más desesperados,
en la profundidad del silencio.
Acariciar las frías manos
de la soledad
besarle los pies
al monstruo del ensueño,
pedirle a ella no más
que compartir un Copenhague,
derrotados en la victoria
del desencuentro.
Kenny
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