Habíamos cruzado la calle normalmente, sangre en el
pavimento, lágrimas de desconocidos, cartas echadas. En el momento mismo de
llegar al otro lado de la calle ella recordó el viejo chiste de la gallina,
sonrió tímida y su expresión se reflejó en el polarizado del renó rojo que
pasamos. Desesperación, inconsciencia, sorpresa, apuro.
Trataba de tocar el tema ya que, como siempre, uno debe ser delicado con estas
cosas. Aun así, sabía que era necesario hablarlo, enterarla de lo sucedido,
informarla. Nunca te dejaré.
Otra calle más, otra calle menos antes de la llegada. Ella aun sonreía, aun se
ocultaba tras la cortina lacerante de su cabello castaño; tan perfumado, tan
parecida a ella, tan bien peinado, tan semejante a ella. Siempre te amaré.
Dicen que las hermanas se parecen entre sí, este es el mejor de los casos.
Aunque ella era tres años menor, se reflejaba su ternura en la tez de quien
caminaba delante mío, apresurada sin razón, aparentemente a la espera de mis
palabras aun sin saber lo sucedido hace años atrás. Nunca te olvidaré, jamás
podría hacerlo.
Buscaba la manera de no herirla, creo que en el fondo me lastimaba su parecido
con mi esposa. Mi cuñada, su hermana.
Pasaron tantos años ya, y esa secuencia de pesadilla pareciera haber ocurrido
hace días. Que corto nos parece aquel tiempo vivido con aquellas personas que
tanto amamos, tan corto que sus partidas nos estrangulan en el cotidiano como
un sádico inquisidor. Y en ese momento, justo en ese momento, a cinco años del
accidente vino a visitarme su hermana, a... visitarnos... sin saber nada del
hecho, sin haber sentido aun esa ausencia que me carcome día a día, noche tras
noche. Vino tan radiante, casi sin hablar el español debido a su larga estadía
en el exterior, tan carismática como aquella ausente, tan inocente. Silencio,
soledad, frío nocturno.
Al fin me decidí, al momento mismo de tener la casa a doscientos metros de
distancia me recompuse y fortifiqué para darle la triste y vieja noticia.
-Cuñada -dije- hay algo que debo decirte, que mi deber moral me exige que te
informe antes de llegar a casa. Por favor, evita aminorar la marcha ya que la
noticia es algo que debías enterarte en cualquier momento y creo haber sido yo
el designado en proporcionártela. No llores por favor, ayúdame a hacer más llevadera
la situación, reincorpórate, lo que debo dec...
-¿Fue aquí verdad? -interrumpió ella- Comprendo lo que me quieres decir, en
realidad ya lo sabía antes de venir acá. Solo que no sabía bien la
intersección, pero es acá ¿verdad? -asentí- ¿sabes? las mujeres en la familia
siempre hemos tenido una especie de sexto sentido, "algo" o alguien
que nos dice las cosas. Sé que has llorado mucho por ella, lo comprendo, yo
también lo he hecho, aun así solo quiero que sepas que ella se encuentra bien,
o por lo menos mejor que nosotros. No me preguntes cómo lo sé, pero te manda
saludos y te pide que sonrías más seguido, al fin y al cabo eso fue lo que la
enamoró de ti.
Nos abrazamos y fuimos a comprar algunas flores para situarlas en la calle. Por
suerte debo decir que esa visita me tranquilizó bastante y desde aquel momento
he podido dormir más tranquilo o al menos, no temer tanto a la hora de cruzar
la calle.
Kenny