- BIENVENIDOS -†††

No temo a las palabras de los enemigos, si no, al silencio de quienes dicen ser amigos. No temo a las mentiras de los traidores, si no, a la traición de los débiles. No temo al ataque de los mismos de siempre, si no, al ataque caprichoso de los cobardes y confundidos. No temo al horror, no temo al terror porque lo conocemos bien desde que nacemos, le temo a la esperanza y a la confianza, las mismas que se vuelven contra nosotros y nos hostigan hasta que morimos. Uno se acostumbra a seguir construyendo castillos de cristal en el aire, sin prever la tempestad.

jueves, 7 de agosto de 2014

Sin Plástica


Prácticamente plásticos,
apilados, apremiados,
pláticas plásticas
de pleitos aplicados.
Sin carne, sin sangre,
sin vid, sin hambre.

Los maniquíes aparecen,
uno tras otro, uno tras otro, uno tras...
¡detrás!
en nuestras pantallas,
en nuestros cerebros,
en nuestros hijos,
en nuestro deseo.

Compramos, consumimos, aportamos,
y ellos se abrillantan aun más,
ellos brillan cual estrellas
sobre un cielo nublado.
Debajo de él, la lluvia,
debajo la carne,
debajo la vida,
debajo la sangre.

Pero ellos brillan,
y son nuestro consuelo.
Alguna vez habrá un maniquí en nuestras camas
que no querrá cogernos,
y nuestra sangre hervirá
y los huesos dolerán
y las lágrimas correrán
para hacernos sentir vivos;
para sentir el aire,
el frío,
el sabor pulcro del buen vino.

Mientras ellos seguirán brillando,
duros, petrificados ante una cámara,
sonriendo,
pero brillando
y llorando.

Y esa será nuestra estrella guía,
la que nos marque el camino
en el cual iremos desapareciendo
dejando estatuas de sal
en médanos de mar
de tono claro azul marino.

S. Ignacio.

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