Uno cae porque odia cosas y ama otras.
Y en ese vértigo,
ese acelerar de palpitaciones,
ese rechinar de dientes
y ese crujir de alas
nos encontramos derrotados
en la victoria del desencuentro
De pie,
siempre de pie,
nos arrastramos de cara al sol
por el camino reflejado
en nuestros ojos empañados.
A nuestras espaldas el claroscuro del pasado,
delante nuestro la desgastada incertidumbre del porvenir.
Odiamos profundamente
porque somos capaces de amar en profundidad,
de sentirnos avasallados por el amor y la pasión de la lucha,
el sacrificio.
Nos entregamos de lleno a la rebelión
y nos alzamos por arriba del inquisidor que
balbusea injurias a nuestra convicción.
Amamos ilustres
por poder detestar la injusticia y el mal pago,
por escupir a la cara antes de tragarnos el mal trago
y arrastrar con nosotros lánguidas sombras de fe y esperanza
que nos asaltan por las noches
cuando la luna acaricia los tejados.
Caemos porque andamos
y seguimos andando porque nos levantamos.
Silguero Ignacio.
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