Por estas zonas se halla aquello que buscan señores. No
quisiera atreverme a nombrarlo pero lo han visto cientos de veces cruzar esa
puerta, esa puerta, aquella que pareciera cerrada desde hace años. Aquí se encuentra
aquel monstruo señores, no basta más que llamarla para hacerla aparecer. Pero
no saben su nombre ¿verdad? nadie con vida lo recuerda, nadie con consciencia
se atreve a atraerlo. Lástima, es un ser de buen corazón a pesar del aspecto.
Cocteau bien quiso retratarlo en una de sus películas, tal vez lo haya logrado,
no lo sé, no me concierne.
¡Señores! no se retiren aun, forjen algo de voluntad en su espíritu por favor, labren algo de valor en sus almas. Llamen, golpeen la puerta, griten, no se exasperen que la fatiga lo ha desgastado, pero búsquenlo que aun vive. Sigan buscando señores, sigan llamándolo, entiendo que no sepan su nombre, pero sigan buscándolo que necesita ser encontrado, necesita ser hallado, necesitado, como cada uno de ustedes.
Y si no llegaran a dar con él señores, no importa, ya nada importa, nada interesa, perecerá en el ostracismo de la indiferencia, en la gélida soledad del ermitaño.
Pobre ser austero, no ha entendido aun que el mundo no está hecho para seres como él. Que el ojo humano no está hecho para la verdad, la hermosura de la verdad y la carencia de la mentira en la tez de un inmortal.
Disculpen señores por mi impertinencia, pero volveré a mi enclaustro sin más. Disculpen por favor mi importunio, pero a veces es bueno salir afuera para ver que nada ha cambiado.
¡Señores! no se retiren aun, forjen algo de voluntad en su espíritu por favor, labren algo de valor en sus almas. Llamen, golpeen la puerta, griten, no se exasperen que la fatiga lo ha desgastado, pero búsquenlo que aun vive. Sigan buscando señores, sigan llamándolo, entiendo que no sepan su nombre, pero sigan buscándolo que necesita ser encontrado, necesita ser hallado, necesitado, como cada uno de ustedes.
Y si no llegaran a dar con él señores, no importa, ya nada importa, nada interesa, perecerá en el ostracismo de la indiferencia, en la gélida soledad del ermitaño.
Pobre ser austero, no ha entendido aun que el mundo no está hecho para seres como él. Que el ojo humano no está hecho para la verdad, la hermosura de la verdad y la carencia de la mentira en la tez de un inmortal.
Disculpen señores por mi impertinencia, pero volveré a mi enclaustro sin más. Disculpen por favor mi importunio, pero a veces es bueno salir afuera para ver que nada ha cambiado.
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