Siempre me preguntaste el por qué de mi gusto hacia este
tipo de imágenes.
Pero aun más, el por qué de las ediciones.
No sé, tal vez la abstracción de estas me remitan a lejanos
sueños de olvidos, donde me vi alguna vez tras los ojos de un animal libre e
independiente. Libre de moralina, independiente de la consciencia.
Tal vez corriendo o jadeando entre pastizales sepia de
tonos claroscuros, comiendo una naranja bajo la sombra de su árbol o bien
viajando en un tren a vapor por el este de Suiza, Holanda, Bielorrusia.
Tal vez me recuerdan a aquellas conjeturas literarias donde divagué años atrás cuando aun mi vista era juvenil y atenta a la tinta del papel.
Tal vez me recuerdan a aquellas conjeturas literarias donde divagué años atrás cuando aun mi vista era juvenil y atenta a la tinta del papel.
Ilusiones acusadas por la realidad sobre utopías asechas e
interacciones con la naturaleza. Un prado de lavanda en su estación, un trigal
donde se esconden negros con cadenas que cortan sus venas, una plaza donde
niños juegan a ser hombres disparando sus armas unos contra otros.
Estos ojos de perro han visto mucho querida mía.
¿Editarlas?
claro, las modifico.
Las adecuo a mis visiones, las traslado a aquel ambiente
donde fui rey alguna vez y donde perdí mis vestigios de nocturnidad ente
retazos de sueños mal cortados y arañazos de verdades mal pronunciadas.
Quiero que sepas, que en esos castillos de perfumes (parra
fresca de buen vino, flores de opio recién cosechadas, almizcle evaporado,
tabaco recién plantado) se esconden imágenes sonoras de aquellos que ya se han
ido.
La muerte es semejante a los sueños, sí, así es. Y estas
imágenes fueron tomadas por las cámaras de mano de nosotros, turistas del
mutismo y amantes de los abstracto en una de nuestras tantas visitas a la
enormidad de lo desconocido.
Kenny
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