- BIENVENIDOS -†††

No temo a las palabras de los enemigos, si no, al silencio de quienes dicen ser amigos. No temo a las mentiras de los traidores, si no, a la traición de los débiles. No temo al ataque de los mismos de siempre, si no, al ataque caprichoso de los cobardes y confundidos. No temo al horror, no temo al terror porque lo conocemos bien desde que nacemos, le temo a la esperanza y a la confianza, las mismas que se vuelven contra nosotros y nos hostigan hasta que morimos. Uno se acostumbra a seguir construyendo castillos de cristal en el aire, sin prever la tempestad.

miércoles, 31 de julio de 2013

Trueque



Noche de ámbar. El incensario copando el aire, los opiómanos abrazándose y besándose bajo la triste sábana de prever el nuevo día que amenaza, impune, sobre el horizonte.
Las yemas desgastándose, danzando al son del temblar de manos que bajan, bajan y bajan hasta no encontrar barreras, hasta no hallar negativas ni cuestionamientos, ignorando que más tarde, tal vez, estén sujetando un hombro humedecido de lágrimas, un torso necesitado de abrazos, un cuerpo frío de indiferencia. Pero ahora se aplacan impávidos sobre aquel rostro jadeante, sobre los muslos desnudos y rozagantes, atraviesan la fina capa acuosa de cabello y suspiros y se adentran libidos en el sexo y el espíritu de quien tanto esperó en las esquinas oscuras del mal vivir.

Los adictos reconocen su enfermedad como terminal e incurable. Vagan por los suburbios escapando del sol que los señala como ausentes en la liturgia masiva que sondea los días. Buscan impacientes un rincón oscuro, un silencio profundo o una desatención cercana, que les conceda el anonimato para volver a encontrarse, para volver a buscarse.
Mientras tanto las manos juegan a sostener cigarrillos de impaciencia y a vaciar tragos cálidos y ardientes entre aquellos labios que susurran al oído el deseo de volver a resucitar al demonio de lo vedado, al Dios de los desamparados. Una garganta desgastada por gritar el silencio que expresan los besos en aquella protesta por amarse desesperadamente en un mundo donde el odio todo lo reina y la pasión ante todos se vende, y a muy bajo precio, en las esquinas aventajadas de los comercios y las plazas.


S. Ignacio

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