Grandes gestos de elocuencia, alguna que otra mueca de
desagrado, una parsimonia inmutable en sus cristales, el hastío en cada uno de
sus dientes mascullantes de rutina.
El siempre buscaba novedades, buscaba sorpresa.
Solía concurrir a eventos vacuos de razón. Solo para perderse
entre el tumulto. Arrancaba de cada uno unas palabras que iba memorizando a su
regreso y coleccionaba las miradas de distraídos.
Afuera la verdad inicia guerras, derroca gobiernos, dibuja estadísticas,
llama a dictaduras.
Las verdades se nos ocultan para no volvernos locos, para seguir
siendo funcionales. Él se resguardaba entre sábanas sucias de camas diferentes
cada noche, nunca conocía el nombre de quien lo hubiera montado, o bien, no los
recordaba.
Frente a un Dios arrodillado, los hombre han erguido la nueva
Babilonia, donde unas pocas familias viven en lo más alto y desde allí escupen
para abajo. Su soledad siempre fue bien acompañada por amantes y curiosas.
La tierra fértil ha servido de abono para la lucha campesina,
los engranajes de las nuevas máquinas que activaban el sistema también pusieron
en funcionamiento la lucha proletaria y la pólvora oscura como la codicia ha
oscurecido sus reclamos, los títeres de la fuerza siempre han defendido al amo,
solo el humo negro de llantas ardiendo en el pavimento da cuenta de la
resistencia, de la fe. El siempre ha creído que lo mejor era no creer en nada,
solo dar cuenta de la realidad.
Los sacrificios cada vez son más altos y las victorias más
austeras, pero siempre habrá algo de calma y vientos cómplices que nos
conduzcan a nuevos compañeros y nuevas utopías, la lucha solo termina cuando
uno traiciona, cuando uno olvida.
El siempre ha buscado nuevos planetas, por ello siempre caía en
dunas de estrellas, en cabellos de mujer, siempre dormido en sus brazos de
galaxias, pero la verdad está ahí fuera, moviendo sus engranajes, oscureciendo
el cielo, acallando los reclamos, adoptando esclavos, vendiendo sicarios,
asustando a los sueños.
Silguero Ignacio.
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