Es irónico.
Para sobrellevar la ola de calor, los chicos de la cuadra se
juntan en la esquina a tomar y desvariar, a recordar para olvidar, se juntan
para escapar del calor en las casas, el frío en sus padres, de la pelea de
anoche, la resaca de hoy.
Hoy...
Se juntan a diario, desde temprano hasta tarde, es una
costumbre, un formalismo, un anhelo, un algo. Y hoy llaman la atención. Siempre
lo hacen, por lo fuerte de sus voces cansadas de callar, el humo fuerte de sus
fasitos bien armados, el sabor fuerte del vino que tratan de mantener frío, la
mirada fuerte de corazones debilitados.
La atención.
Siempre la llaman, pero hoy es distinto.
Entre esas charlas triviales, esos tragos y pitadas, esas
ausencias y compañías, ese ir y venir constante de un tiempo que no pasa, que
se detiene en la esquina, entre todo eso, hoy y precisamente hoy escuchan casi
todo el día Callejeros.
Callejeros.
Como ellos, como los pibes. Ellos también se encierran en un
cromañón a seguido, también aspiran el negro humo a muerte, también conocen de
calle, pero esa calle que no enseña, que no acompaña, esa calle que asesina,
que mata.
Hoy muchos los recordamos, muchos reclaman por ellos una
justicia desconocida en este país y en muchos otros. Pero su música sigue
sonando y por lo menos estos chicos, hoy, la siguen cantando.
Silguero Ignacio.
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