Cuando la reflexión y la estrategia se vuelven habitúes y
cotidianas, aparece la madurez, con toda la tragedia que ésta implique. La edad
no juega un papel muy importante cuando el tiempo se desmenuza en lánguidas
esperas y fugaces destellos de sorpresa, la vida se torna complejamente simple
y los trasfondos se hacen presentes en cada momento, en cada lugar.
La creencia se vuelve ingenuidad y la duda filosofía. La madurez
no es más que esa ofensiva derrota al miedo y la conformidad que nos hace
miserablemente libres y responsables de nuestras acciones, de nuestras ofensas.
La edad no juega un papel muy importante cuando el paso del
tiempo no deja más que impotencias, resignación y aburrimiento. Si los grilletes
se cierran cada vez más y el espíritu sigue sonriendo, la edad es un eufemismo
si no desemboca en una chispa, en una lucha, en un cambio, en una madura
rebeldía.
S. Ignacio
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