Cuando las manecillas se detienen asaltadas por la poesía,
sorprendidas por el filo y la eternidad del poeta, las pesadillas se vuelven
realidad. Los esclavos rompen sus grilletes y bailan, los desaparecidos
aparecen y cantan, los torturados sobreviven y narran, los segundos se congelan
e inmolan en diáfanas llamaradas de pasión y libertad, de rebeldía y
revolución, de indecencia y ansias de luchar, de construir, de amar.
Ignacio
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