Qué sé yo, tal vez lo que uno aprende no es más que la justa
causa de una burla mal labrada. Y ese tal vez, el inicio de la duda, sea el
resultado del paso del tiempo, el mismo que te acorrala con sus pezuñas de
marfil y te sacrifica al debido tiempo, te convierte en ese espartajo de
limosnero que ruega piedad o te atraganta con su orgullo.
Si he visto aquello que no he vivido, ¿puedo decir que soy
testigo? seré una circunstancia, un instante, un pormenor sobrepasado por el
azar, pero no un testigo, no una elección.
De esta manera, tampoco puede uno librarse de su suerte, ni sucumbir
a la huida cobarde de quien renuncia a su esencia.
La búsqueda de la simpleza es lo que nos torna incomprensibles.
S.I.
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